José Manuel
Moreno
José Manuel Moreno Periñán
07.05.1969
Ámsterdam (Holanda)
Juegos Olímpicos | Deporte | Categoría | Prueba | Resultado |
---|---|---|---|---|
1988 Seúl (Corea del Sur) | Ciclismo_Pista | Masculina | Velocidad | Eliminado en primera ronda |
1992 Barcelona (España) | Ciclismo_Pista | Masculina | Kilómetro | Medalla de oro |
1992 Barcelona (España) | Ciclismo_Pista | Masculina | Velocidad | Puesto 8 |
1996 Atlanta (EE.UU.) | Ciclismo_Pista | Masculina | Velocidad | Eliminado en octavos de final |
Biografía de José Manuel Moreno Periñán
José Manuel Moreno Periñán, alias Ratón, es uno de los nombres imperecederos del deporte andaluz al figurar en el exclusivo grupo de campeones olímpicos que ha dado la región, en el que entró al ganar en los Juegos de Barcelona 1992 la primera medalla del equipo español en aquella “su” cita olímpica y el primer oro olímpico del ciclismo patrio.
Persona alegre, cordial y afable, deportista exigente, metódico y competitivo, nació el 7 de mayo de 1969 en la ciudad holandesa de Ámsterdam, a donde sus padres, Manuel y Manuela, ambos chiclaneros, habían marchado a trabajar (su padre era transportista). La familia Moreno Periñán –luego incrementada por cuatro hijos más, para un total de cinco– permaneció varios años en los Países Bajos hasta que en 1978, cuando el primogénito José Manuel iba camino de los 9 años, regresó a Chiclana de la Frontera. En la localidad gaditana, nuestro protagonista continuó la formación académica iniciada en Holanda y empezó su formación deportiva, de ahí la evidente condición de andaluz de éste, sin lugar a dudas, el pistard español más carismático.
Empero, los principios no fueron fáciles. Apenas hablaba español y, al efectuar la correspondencia de cursos entre la enseñanza holandesa y española, el hándicap del idioma le supuso que bajase dos cursos, muy a su pesar. Para estimular a José Manuel en la difícil adaptación, su padre le prometió una bicicleta si aprobaba aquel su primer curso en España. Para bien del ciclismo español y andaluz, hubo aprobado y bicicleta, una Derbi Rabasa de 17.000 pesetas.
Con ella, el chiclanero dio sus primeras pedaladas en este deporte, formando parte del equipo infantil de la Peña Ciclista Chiclanera que, en cierta medida, patrocinaba Viprén y en el que se encontraban, junto a José Manuel, otros vecinos de su edad como José Antonio Marcial, Jesús Sánchez y Joaquín Cabeza de Vaca, entre otros, bajo la dirección técnica de Manuel Vela, denominado cariñosamente el Cojo. Sin duda, el deporte actuó en José Manuel como vehículo para divertirse, pero también para integrarse en la localidad.
Durante los tres años como cadete (1983, 1984 y 1985), primero con la formación Ciclos Flores y después con Óptica La Vega-Caja de Ahorros de Cádiz, el citado cuarteto chiclanero se hizo parte del paisaje de la carretera que va hacia las cuestas de Medina Sidonia y de la nacional hacia Vejer de la Frontera, escenarios en los que desarrollaron buenos entrenamientos gracias a los cuales solían ocupar los primeros puestos en cuantas carreras del calendario andaluz participaban. Consecuencia de ello, José Manuel Moreno fichó en 1986 por el sevillano equipo Seur, en categoría juvenil.
Así las cosas, nuestro biografiado, hasta entonces corredor de carretera al 100%, asistió en 1987 a la inauguración del Velódromo Municipal El Fontanal –luego rebautizado José Manuel Moreno Periñán– en Chiclana, un nuevo espacio que posibilitó que desde esa temporada alternase la ruta y la especialidad de ciclismo en pista, para satisfacción del técnico local Pepe Alba, quien asistió a los progresos del potente corredor en el anillo chiclanero hasta el punto de llamar al seleccionador nacional de pista, Gabriel Saura, para informarle de sus virtudes y tiempos.
Pese a todo, en el salto a la categoría aficionada llevado a cabo en 1988 volvió a pisar la carretera y de hecho el andaluz escapó bastante bien de esa campaña que llevó a cabo con el equipo vasco del Gurulesa-Segasa. Siete triunfos logró, pese a los cuales, a mediados de la primavera, decidió colgar la bicicleta bajo de moral debido fundamentalmente a tres duras caídas que había sufrido en poco menos de una semana.
Pero hete aquí que de nuevo las circunstancias se concatenaron en beneficio de José Manuel. Ese año Chiclana acogía el Nacional juvenil de pista y tanto Pepe Alba como su padre –que no quería que el Ratón chico dejase el ciclismo, “amenazándole” incluso con un trabajo de albañil– convencieron a José Manuel para que rodase por el velódromo en la “visita de inspección” de la federación, que no era otra cosa que el desplazamiento para observarle de los técnicos nacionales Jorge Cañellas y Pedro Ramis, este además secretario de la Comisión Olímpica de Ciclismo. Al cronometrar los tiempos que estaba haciendo el gaditano, como él mismo recuerda, “me mandaba repetir y repetir, así que me acerqué para preguntarle el motivo, mientras a mi padre y a Pepe les insistía en que no iba a volver a montar. Pedro Ramis me respondió que cada vez que daba una vuelta al velódromo hacía récord de España”.
Faltaban cinco meses para los Juegos Olímpicos y el técnico le sugirió a José Manuel que viajase a una concentración prevista en Palma de Mallorca, sede de la Comisión, y que si allí repetía el nivel de tiempos le seleccionaría para Seúl 1988. Así fue. Prácticamente de la nada –José Manuel no se encontraba obviamente en la preselección de 25 ciclistas con los que desde diciembre del año anterior estaba trabajando la FEC– el ciclismo español encontró un campeón.
A las tres semanas de su inclusión en el equipo nacional, participó en los Seis Días de Bassano del Grappa, en Italia, y luego compitió en la Copa de Europa de San Sebastián, donde se alzó con la medalla de plata en la prueba que sería su predilecta, el kilómetro contrarreloj salida parada, con récord de España incluido, a solo una milésima del francés Frédéric Magné y por delante del soviético Aleksandr Kirichenko. Además, la “revolución chiclanera” se alzó con los títulos nacionales de kilómetro y velocidad, categoría aficionada.
Estos resultados y sus innegables condiciones físicas para la pista –corredor de una potencia y planta espectaculares– hicieron que, como se le había prometido, el seleccionador nacional le concediese el privilegio de participar en las Olimpiadas de Seúl, si bien fue inscrito en velocidad en tanto en cuanto Bernardo González fue el elegido para la prueba del kilómetro. Como rememora José Manuel, “acaté la decisión, pero cuando ganó Kirichenko, al que yo había batido en Anoeta, me enfadé mucho y lo pagué con las paredes de pladur de la Villa Olímpica de Seúl. No obstante, aquello me sirvió para darme cuenta de que yo podía hacer algo y fue un acicate para entrenar a tope de cara a Barcelona”.
Tras el “eterno” viaje a Seúl –36 horas por Alaska, ya que no se podía sobrevolar el espacio aéreo soviético– y la agradable experiencia en la Villa Olímpica, “al lado de gente como Javier Moracho, Emilio Sánchez Vicario, Sergio Casal…”, el ciclista gaditano debutó el 21 de septiembre en el velódromo del Parque Olímpico de Seúl en la calificación de la velocidad, que superó. A continuación acabó 2.º en la octava y última serie de la primera ronda, superado por el británico Eddie Alexander –pasaba el primero–, y 4.º en su repesca, de modo que no pudo acceder a la fase de los doce mejores.
Tras estos Juegos, formalizó ficha en 1989 con la formación rutera Caja Rural de Córdoba, aunque su único objetivo era la pista y los Juegos Olímpicos. Al amparo del Plan ADO y en concentración casi permanente, con la dirección técnica del técnico italiano Guido Costa, primero, y, desde noviembre de 1990, del ruso Alexander Nizhegorodtssev, más y mejores resultados no tardaron en llegar, sobre todo bajo la tutela de este último entrenador, cuya disciplina férrea y exigencia máxima casaron muy bien con el carácter de José Manuel sobre la bicicleta.
En tales condiciones, el chiclanero ganó sobradamente los campeonatos de España de 1989, 1990 y 1991 –kilómetro y velocidad– y engrandeció su nombre en los tres mundiales de este ciclo olímpico: 6.º en velocidad y 11.º en kilómetro en Lyon 1989, 6.º en kilómetro en Maebashi 1990 y medalla de oro –campeón del mundo– en kilómetro en Stuttgart 1991, siendo este el primer título español en una prueba de velocidad.
Además, se hizo con la medalla de oro en kilómetro y medalla de plata en velocidad en la Copa de las Naciones y con el bronce en kilómetro y la plata en velocidad en la Copa de Europa de Palma de Mallorca, en 1990. Y en 1991 ganó el kilómetro de la Copa de Europa de Toulouse (Francia) y tanto el kilómetro como la velocidad de los Juegos Mediterráneos de Atenas (Grecia). Verdaderamente, todo estaba encaminado para la medalla en las Olimpiadas de 1992, incluso las características de su alojamiento en la villa (“en un extremo, cerca de Angola y lejos de todo”) y la ausencia de la ceremonia de inauguración (“esa tarde estaba haciendo series”).
Así no fue de extrañar que llegase a Barcelona con la vitola de favorito en la prueba del kilómetro y no defraudó pues obtuvo una superlativa y emocionante medalla de oro el día 27 de julio en el Velódromo de Horta, donde marcó un tiempo de 1:03.342, que le sirvió para imponerse al australiano Shane Kelly (1:04.288) y al estadounidense Erin Hartwell (1:04.753) con nuevo récord olímpico al batir la plusmarca (1:03.910) del galo Pierre Trentin en México 1968.
No conforme con ello, al día siguiente compitió en velocidad, aunque, como señala el ciclista, el cansancio del día antes –“llegué a la Villa Olímpica a las dos y media de la madrugada, después de una entrevista en Televisión Española pasada la medianoche, y me tenía que levantar a las seis”– pasó factura. Superó la calificación y la primera ronda, pero el día 29, tras la segunda ronda, cayó en cuartos de final ante el italiano Roberto Chiappa y quedó clasificado 8.º en la general, luego de acabar 4.º entre los eliminados en cuartos.
El éxito de Barcelona actuó sin duda de estímulo para afrontar un nuevo ciclo olímpico, algo por otro lado que resultaba connatural para un ciclista que con solo 23 años aún tenía mucho que ofrecer. Así lo entendía José Manuel, que continuó con su particular rigor en los entrenamientos y la colección de resultados positivos en 1993: un nuevo doblete en kilómetro y velocidad en el Campeonato de España, la medalla de oro en kilómetro en el Campeonato de Europa, el triunfo en kilómetro en la primera edición de la Copa del Mundo –constó de dos series, Copenhague e Hyères– y el 8.º puesto en kilómetro en el Campeonato del Mundo de Hamar (Noruega).
Indicarle al lector que hasta la edición de 1991 el Mundial de pista poseía pruebas separadas para profesionales y aficionados, estando encuadradas en estas últimas las participaciones de Moreno Periñán. A partir de la edición de 1993, los eventos se unificaron, adquiriendo carácter abierto.
En 1994, nuestro biografiado emprendió la aventura del profesionalismo en ruta en las filas del equipo Kelme. “Firmé con ellos porque el patrón, Pepe Quiles, era íntimo amigo mío y me prometió una serie de requisitos para estar en los Juegos de Atlanta 96. Sin embargo, no era santo de la devoción de Álvaro Pino –director deportivo–, más adepto de corredores escaladores. Me cambió el tipo de entrenamiento, me llevaron a Colombia más de un mes y volví con anemia para correr las clásicas del norte…”.
Con la formación ilicitana estuvo dos años (1994 y 1995), sin destacar en la ruta, pero sí en la pista, si bien en 1994 solo pudo clasificarse 2.º en la segunda serie de la Copa del Mundo, en Copenhague, lastrado por sus comparecencias en la carretera. Viendo que aquello no era lo suyo, en 1995 volvió a centrarse en el anillo y obtuvo resultados tan destacados como dos medallas de oro en el Campeonato de España (kilómetro y velocidad por equipos, con sus paisanos Diego Ortega y Juan Manuel Sánchez), la medalla de oro en kilómetro y la de plata en velocidad en el Preolímpico, la medalla de plata en ómnium velocidad –prueba de estreno– en el Campeonato de Europa celebrado en Valencia y las posiciones 4.ª, 8.ª y 6.ª en velocidad por equipos, velocidad y keirin, respectivamente, en el Campeonato del Mundo disputado en Bogotá (Colombia).
Con el billete olímpico en el bolsillo, en 1996 se volvió a proclamar campeón nacional de velocidad por equipos y se alzó con el triunfo en kilómetro en la prueba inaugural de la Copa del Mundo, en Cali (Colombia), aunque en Atlanta –en pleno apogeo de Escuredo en kilómetro– tuvo que participar en velocidad, alcanzando los octavos de final después de haber salvado las dos fases iniciales en la repesca. En la ronda definitiva, el 26 de julio, le derrotó el canadiense Curt Harnett y quedó eliminado con una clasificación oficiosa del 9.º al 12.º puesto.
Un mes después, cerró el año compareciendo en el Mundial de Mánchester, donde se clasificó 8.º tanto en kilómetro como en velocidad por equipos.
En el nuevo ciclo olímpico, emergió una circunstancia desestabilizadora para José Manuel, como fueron las incipientes discrepancias con los técnicos de la Real Federación Española de Ciclismo. Ello redundó en una merma en su motivación para encarar otros cuatro años de dura preparación y, tras competir en el Mundial de Perth 1997 (5.º en velocidad por equipos), el distanciamiento gradual de la pista fue un hecho –en 1998 ganó el último entorchado nacional en velocidad– hasta la retirada en junio de 1999, habiendo cumplido los 30 años.
Sin embargo, las ganas de bicicleta continuaron en el bueno de José Manuel y del 1 de enero al 18 de agosto de 2000 mantuvo ficha amateur en el equipo chiclanero Viprén, ganando el campeonato provincial de ruta, tras el cual colgó definitivamente la bicicleta.
Tocaba la hora de reinventarse, como lo define el gaditano, pues las promesas efectuadas en su época de corredor nunca llegaron a materializarse –“tenía un contrato con Seat que se firmó entonces para ser su imagen cuando dejara de competir. Me puse en contacto con ellos y caso omiso. Cambiaron de presidente y los nuevos gestores no se hicieron cargo”–, y montó con otros socios una empresa de gestión de servicios deportivos, ocio y salud. Asimismo, se convirtió durante un tiempo en imagen y embajador de los centros Go Fit.
Actualmente sigue viviendo en Chiclana de la Frontera junto a su mujer María José y su hijo José Manuel, nacido en 2000 y quien también tomó unos años el camino del ciclismo. Precisamente el acompañamiento de su hijo en los entrenamientos motivó en José Manuel la recuperación de un tono físico compatible con el rendimiento sobre la bicicleta, lo que, tras los estudios y análisis oportunos, le condujo en 2017 a plantearse el reto de volver a la competición para aspirar a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 –a los que habría llegado con 51 años–, anuncio que efectuó en el mes de julio para sorpresa del mundillo ciclista. Sin embargo, una lesión de espalda terminó de disuadirle de tal desafío.
Por lo demás, Moreno Periñán colabora desde hace años con Deporinter en la organización de la Vuelta a Andalucía y dirige la Academia Manuela Fundación, dedicada al ciclismo base y cantera del equipo homónimo granadino, con secciones cadete, júnior y sub-23.
El gaditano, quien en 1991, 1992 y 2012 recibió el Premio Andalucía de los Deportes, aún mantiene los récords de España de 500 metros (26.856), logrado en 1991 en Moscú, y de 200 metros (10.008), en 1995 en Bogotá, el cual fue durante unos minutos plusmarca universal.
Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 13 de noviembre de 2020