Antonio
Prieto
Juan Antonio Prieto Cárdenas
06.03.1969
Jaén
Juegos Paralímpicos | Deporte | Categoría | Prueba | Resultado |
---|---|---|---|---|
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | 200 m B2 | Puesto 4 |
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | 400 m B2 | Puesto 4 |
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | 4x100 m B1-3 | Medalla de oro |
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | 4x400 m B1-3 | Medalla de oro |
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | Triple salto B2 | Puesto 5 |
1992 Barcelona (España) | Atletismo | Masculina | Pentatlón B2 | Medalla de plata |
1996 Atlanta (EE.UU.) | Atletismo | Masculina | 100 m T11 | Medalla de oro |
1996 Atlanta (EE.UU.) | Atletismo | Masculina | 200 m T11 | Medalla de plata |
1996 Atlanta (EE.UU.) | Atletismo | Masculina | 4x100 m T10-12 | Medalla de oro |
1996 Atlanta (EE.UU.) | Atletismo | Masculina | 4x400 m T10-12 | Medalla de oro |
2000 Sídney (Australia) | Atletismo | Masculina | 100 m T12 | Puesto 6 |
2000 Sídney (Australia) | Atletismo | Masculina | 200 m T12 | Puesto 6 |
2000 Sídney (Australia) | Atletismo | Masculina | 4x100 m T13 | Medalla de bronce |
Biografía de Juan Antonio Prieto Cárdenas
Si al término de la lectura de este libro, el lector se embarcase en el ejercicio de efectuar una selección de los andaluces insignes en este maravilloso recorrido de más de 100 años por los Juegos, ineludiblemente Antonio Prieto debería estar en el ramillete de electos. Este jiennense es el atleta paralímpico más laureado de todos los tiempos en Andalucía, con cinco medallas de oro, dos de plata y una de bronce para un total de ocho, que lo convierten, además, en el segundo deportista andaluz por número de metales en la globalidad de los deportes incluidos en las Paralimpiadas, solo superado por el nadador gaditano Chano Rodríguez. En un solo sintagma: un Grande del deporte de nuestra tierra.
Natural de Jaén capital, donde nació el 6 de marzo de 1969, y el mediano de los cinco hijos del matrimonio formado por Antonio y Rosario, Juan Antonio Prieto Cárdenas nació –como lo haría su hermano inmediato, Juan Carlos– con la enfermedad de Stargardt, por la cual la mácula va degenerándose paulatinamente, con pérdida de agudeza visual a partir de la adolescencia, no manifestándose en la infancia de nuestro protagonista, quien completó sin problemas la formación básica en los colegios jiennenses Jesús y María y Martín Noguera.
En esta etapa, Antonio ya mostró aptitudes para el deporte y gusto hacia el ejercicio físico, aunque el advenimiento de los síntomas de su enfermedad le apartó temporalmente de esta actividad por prescripción médica. No fue hasta la mayoría de edad y tras la afiliación a la Organización Nacional de Ciegos Españoles (ONCE) cuando retomó la práctica deportiva coincidiendo con la marcha a Sevilla para estudiar en el Centro de Recursos Educativos Luis Braille, traslado que hizo en compañía de Juan Carlos.
Allí, en el espacio que la ONCE poseía a la entrada de la capital hispalense por la A-92, los Prieto Cárdenas tomaron contacto con el programa deportivo del centro y fueron captados por el técnico Florencio Morcillo para el equipo de atletismo con vistas a la participación en los encuentros escolares que la ONCE organiza anualmente entre sus colegios.
Durante dos cursos académicos (1987-1988 y 1988-1989), Antonio aprendió a reconducir su enorme capacidad física hacia el rendimiento deportivo y demostró su extraordinaria versatilidad en cualquier especialidad atlética, además de una férrea constancia en el entrenamiento y disciplina para cumplir las instrucciones que procediesen de su entrenador. Facultades y actitudes que llamaron la atención de los técnicos nacionales y motivaron su inclusión en la selección nacional de atletismo de la ONCE, así como la marcha a Madrid en la temporada 1989-1990. En la capital de España permanecería poco más de año y medio, estudiando en el CRE Antonio Vicente Mosquete y entrenando a las órdenes del seleccionador nacional, Eleuterio Antón Palacios, quien empezó a dirigirlo hacia las carreras de velocidad.
En 1991, nuestro biografiado empezó a trabajar en la Fundación ONCE y tuvo como primer destino Sevilla, aunque casi inmediatamente, en octubre de ese año, fue trasladado a Algeciras (Cádiz), donde permanecería hasta febrero de 1993, diecisiete meses en los que su evolución atlética prosiguió bajo la tutela de Paco Medina. Del Campo de Gibraltar volvió a la Fundación ONCE de Sevilla, esta vez para quedarse hasta mediados de 2000, coincidiendo estos siete años con la segunda y última parte de su trayectoria deportiva en el alto nivel, la más relevante sin duda y en la que tuvo como guía al gran técnico hispalense de velocidad Pepe Lorente.
También en 1991 Antonio se estrenó en la alta competición, participando en el Campeonato de Europa de la Federación Internacional de Deportes para Ciegos (IBSA), que tuvo lugar en Caen (Francia), si bien es cierto que el año antes su nombre ya había sonado para acudir al Mundial de Assen. En Caen, el andaluz sumó sus primeras medallas internacionales –oro en relevo 4×400 y plata en salto de altura– y ello afianzó su posición en el combinado nacional frente a los inminentes Juegos Paralímpicos de 1992.
Efectuadas con bastante antelación las marcas que la federación solicitaba para estar en Barcelona, el jiennense se dedicó a preparar la cita en Algeciras con la pulcritud que le era habitual, hasta que llegó la hora de marchar a la concentración que la ONCE organizó en Segovia previa a las Paralimpiadas. En dicha reunión, nuestro biografiado se encontró con la sorpresa que relatamos literalmente: “Mis pruebas en Barcelona iban a ser 4×100 y pentatlón, pero en la concentración un entrenador me dijo que había sido inscrito además en 200, 400, altura, triple y 4×400 y que no podía renunciar a ninguna de ellas. Reflexioné al respecto y decidí hacer las siete pruebas aunque con la idea de no forzar en algunas para no pasar de ronda y centrarme en las mías. No obstante, cuando el primer día –debutó el 5 de septiembre en la ronda eliminatoria de 200 metros– salí al estadio y vi a tanta gente animando, aquella planificación se fue al traste, salí a muerte, me clasifiqué para la final y el mismo esquema seguí en el resto de pruebas. Me metí en una vorágine competitiva y aún no puedo entender cómo pude estar una semana a ese nivel y haciendo marcas personales en todas las pruebas, a excepción del salto de altura, donde no pude participar pues tenía fiebre. Recuerdo que, tras la clausura, me vine abajo. Me monté en un taxi, me fui a la villa y caí roto en la cama”.
El andaluz debutó en los Juegos con 23 años y se multiplicó participando en seis pruebas, incluido el duro pentatlón. El estreno en 200 metros –23 participantes– se saldó con la 4.ª posición en la final del día 6, prueba que fue ganada por el también español Marcelino Paz, con 23.28, por los 23.54 de Prieto, a 9 centésimas del bronce. La jornada del 7 de septiembre fue particularmente exigente, ya que los 400 metros lisos se efectuaron íntegros, con semifinales por la mañana –Prieto fue el tercer mejor tiempo de las eliminatorias (51.65)– y final vespertina, en la que ganó el cubano Omar Turró (50.29) y Antonio volvió a entrar 4.º (51.63). Por último, el día 8 terminó su primera secuencia de pruebas concursando en la reñidísima final directa de triple salto, en la que entre el primer puesto –el español Juan Viedma (13,63)– y el 5.º y último –nuestro Antonio (13,27)– hubo solo 37 centímetros.
Luego de dos días de reposo, el andaluz volvió a la carga para otros tres días sucesivos de esfuerzo, empezando por el pentatlón –realizado en una única jornada–, en el que se alzó con su primera medalla (plata), clasificándose con 2.827 puntos –aún hoy récord nacional– por detrás del polaco Miroslaw Pych (3.150), el mejor de los ocho concursantes. Luego, los días 12 y 13, llegaron los relevos, en los que el cuarteto español se impuso –medalla de oro– con gran claridad a Reino Unido, Estados Unidos e Italia tanto en 4×100 (con un tiempo de 38.13) como en 4×400 (3:19.67), en ambos casos récords mundiales, reseñando al lector que en los relevos para discapacitados visuales el pase de un corredor a otro se realiza entrando en una zona de transición, no con la entrega de un testigo. El equipo del relevo corto estuvo formado por Antonio Prieto, Jorge Núñez, Marcelino Paz y Julio Requena, mientras que el relevo largo lo compusieron Antonio Prieto, Enrique Sánchez, José Antonio Sánchez y Sergio Sánchez.
“Nunca había esperado ir a los Juegos ni imaginado las experiencias que allí viví. Barcelona me puso en mi sitio a nivel de mi minusvalía. Me coartaba para hacer muchas cosas, pero cuando llegué a la villa y vi a tanta gente con discapacidades tan diferentes cambió mi perspectiva de las cosas”, reflexiona Antonio, quien también se percató del nivel al que podía llegar en el deporte, motivo por el que decidió, sin ambages, enfocar su vida hacia el atletismo de competición. Por ello, no es de extrañar que, en plenitud física, el nuevo ciclo fuese el más exitoso de su carrera, así como la propia participación en las Paralimpiadas de Atlanta 1996. “Lo disfruté mucho más como atleta. Física y mentalmente iba mejor preparado. Me incorporé a las filas del Caja de Jaén, competí junto a videntes e hice una preparación muy profesional al lado de Pepe Lorente”.
En España, nadie logró vencerle y en 1993 principió una racha de títulos estatales en 100 y 200 metros que se mantuvo hasta su retirada en 2000, esto es, ocho años imbatido en las pruebas de velocidad pura de los campeonatos de España –de invierno y verano–, añadiendo además la medalla de oro en 400 lisos en 1996, en San Sebastián, cuando tuvo que confirmar su sitio en el relevo largo para los Juegos.
Centrado plenamente en las carreras de velocidad, Antonio asistió y convenció en los tres grandes acontecimientos internacionales del período, esto es, los europeos IBSA de Dublín 1993 (oro en 4×400, plata en 4×100 y 100 y bronce en 200) y Valencia 1995 (oro en 100 y 4×100 y plata en 200) y el primer Campeonato del Mundo IPC (Comité Paralímpico Internacional), celebrado en Berlín en 1994 (plata en 100 y 200). Con tales precedentes, la actuación de Antonio en Atlanta 1996 fue aun mejor, sencillamente excepcional, obteniendo tres medallas de oro y una de plata. La primera presea dorada llegó el 20 de agosto en la final de 100 metros –antes había superado la primera ronda y las semifinales– al imponerse (11.38) por una centésima a Pych y la segunda el día 23 en el relevo 4×100, formando grupo con Jorge Núñez, Julio Requena y Enrique Sánchez-Guijo, que adelantaron (42.36) a Alemania y Estados Unidos.
Al día siguiente se personó en la final de 200 metros –habiendo acreditado 23.36 y 23.19 en eliminatorias y semifinales, respectivamente– y entró segundo (23.10) por detrás del cubano Omar Moya (22.89) y, por último, el 25 de agosto, cerró su periplo en Atlanta ganando la medalla de oro (3:28.65) junto a José Antonio Sánchez, Sergio Sánchez y Sánchez-Guijo en 4×400, batiendo a los alemanes y norteamericanos.
Al regreso de Atlanta, en octubre nacieron las hijas gemelas de Antonio Prieto y ante tal situación, absolutamente nueva para él, decidió competir únicamente en el calendario nacional –se perdió el Campeonato de Europa de Riccione (Italia)– y bajar el ritmo de los entrenamientos durante el “año sabático” de 1997 para dedicar más tiempo a la familia. Su regreso a la primera escena internacional se produjo en 1998 con motivo de los primeros Juegos Mundiales de la IBSA, en Madrid, volviendo por sus fueros: oro en 200 y plata en 100. En el Campeonato de Europa Lisboa 1999, más de lo mismo: oro en 4×100 y plata en 4×400, 100 y 200.
Por tanto, nuestro protagonista, superada la treintena, volvía a afrontar con garantías otros Juegos Paralímpicos, Sídney 2000, aunque esta vez el gran enemigo de todo deportista, las lesiones, se cruzó en su camino por primera vez de forma seria. Sucedió en enero del año paralímpico cuando, como él reconoce, “estaba en una forma física inmejorable y tardé unos meses en recuperarla. Además, también cambié de trabajo, me fui a vivir a Jaén y ya no podía entrenar con la misma libertad y a las mismas horas de costumbre, de forma que decidí no ir a Sídney porque no me encontraba al 100 %. Al final el seleccionador, Antón, y mi mujer me convencieron y viajé, de lo cual me arrepiento a nivel competitivo, porque no estaba en condiciones, pese a que había realizado las marcas mínimas exigidas”.
Ello se dejó sentir en las pistas del Estadio Olímpico de Sídney cuando ni en 100 ni en 200, sus pruebas predilectas, pudo llegar a la final de cuatro. En el hectómetro, superó la primera ronda con el cuarto mejor tiempo (11.63), pero en semifinales solo pudo firmar el sexto (11.58) y quedó apeado. Previamente, en 200, la misma secuencia: séptimo mejor tiempo de las series (23.83) y sexto en semifinales (23.69), insuficiente para acceder a la lucha por el oro. Los títulos correspondieron al chino Li Qiang (11.27) y al portugués Gabriel Potra (22.57), respectivamente.
El último renglón en el relato paralímpico de Antonio Prieto y en general en su trayectoria deportiva lo escribió el 28 de octubre compitiendo, como primera posta, en la final del 4×100, a la que solo concurrieron tres equipos, tras la baja de Estados Unidos. Venció Italia (44.77), seguida de Japón (44.99) y España (45.01), que estuvo además formada por Julio Requena, Sánchez-Guijo y Juan Viedma.
Con aquella medalla de bronce, Antonio, quien había meditado su retirada antes de tomar el vuelo a Australia, se despedía de toda una vida en el alto nivel y abría una nueva etapa en la que el trabajo en la delegación de la ONCE en Jaén y la familia ocuparía la mayor parte de su tiempo, si bien continuó entrenando a bajas revoluciones hasta que en 2005 el gusto por la competición volvió a llamarlo. Así, siguiendo las pautas del quinto entrenador de su vida, el ex velocista y compañero durante su etapa en Sevilla en el grupo de Lorente, Luis Rodríguez, compartió pista y podio con videntes en el Campeonato de Andalucía de veteranos, al que asistió de 2005 a 2009. Definitivamente, Antonio Prieto colgó las zapatillas de clavos el 10 de enero de 2010.
En la actualidad, nuestro protagonista, ya pensionista a raíz del agravamiento de su discapacidad, vive en Jaén con su mujer Puri e hijas Inés y Carlota –también atletas durante un tiempo, en triple salto y 100 vallas de forma respectiva–, ocupando su tiempo en el Club Atletismo Unicaja –llevó la dirección técnica hasta 2019, cuando asumió la vicepresidencia– y el entrenamiento de jóvenes atletas, además de atender, con la sencillez y amabilidad que le son propias, las invitaciones de los centros educativos donde es reclamado para contar sus experiencias. Uno de ellos tuvo a bien ser bautizado en 2017 con el nombre de CEIP Antonio Prieto. Una nueva muestra de reconocimiento a la destacada singladura de este deportista ejemplar que también puede enorgullecerse de poseer la medalla de oro de la Real Orden del Mérito Deportivo (2006), de haber sido el primer deportista discapacitado en recibir la Medalla de Andalucía (1997) y de poseer el Premio Andalucía de los Deportes de 1996.
Biografía extraída del libro 341 Historias de Grandeza, de los autores Pepe Díaz García y José Manuel Rodríguez Huertas, y actualizada a 14 de octubre de 2020